viernes, 11 de octubre de 2024

Volver al P J



Desde el desastre privatizador del menemismo y la llegada del neoliberalismo de la mano de Cavallo y la Fundación Mediterránea, decidida a implantar un modelo de competencia y competitividad sangrientas, que tiraban por tierra todas las ideas de solidaridad, colaboración y fraternidad, se viene dando una diáspora dentro del movimiento peronista. Al tiempo, se consolida la vigencia de sus banderas históricas.

En ese contexto, habiéndome iniciado con mis padres en la militancia del peronismo cristiano, defendiendo las candidaturas de Carlitos Nocetti en Goya, escuchando las propuestas de un joven Farizano, del gigante Pablo Vasel, conoci la realidad de las unidades básicas y su dinámica, en la búsqueda de expulsar a un duro conservador como don Julio Romero. Esa probablemente fue la razón de que NUNCA fuera aceptada la ficha de afiliación de ninguno de la familia Marcópulos.


Sin embargo, la reelección de alguien que tiraba por tierra los postulados del General y desguazaba el estado, entregando nuestra soberanía a las multinacionales, generando ese “ejército de reserva” que significan un 20% de desocupados que no puede resolverse hasta hoy. Con la complicidad de una CGT que bajaba sus banderas para defender a los propios. Me llevaron a perder la confianza en este Partido Justicialista. 

No fui el único, me sume a toda esa militancia que buscó espacios fuera del PJ para rescatar el movimiento. Fueron Esio Silveira, Mario Marturet y el Chino Roque Ricardo Silva quienes me permitieron ser parte de un grupo que defendía las banderas que yo amaba. 

Hoy en cambio, la realidad de una política vapuleada, atacada en sus bases, con un discurso mentiroso (¿puede un presidente electo y en funciones decir que NO ES POLÍTICO?) que intenta destruir la participación democrática, suprimiendo las mismas ideas de BIEN COMÚN, de SOLIDARIDAD, y de JUSTICIA SOCIAL. En medio de un debate entre POLÍTICA vs ANTIPOLÍTICA. Donde cualquier idea de mejorar las instituciones solidarias es tomada como ENEMIGA. Un discurso de la desintegración extrema, que traduce la mirada individualista, que gana la batalla cultural. 

Una cultura que descree de todo lo que sea postergación transitoria del yo, para la construcción del NOSOTROS. En la cual, el yo, el placer inmediato y el éxito personal son valores absolutos, que no permiten la defensa de la dignidad humana del otro, ni la construcción de comunidades. 

Este estado de cosas, sin dudas se correlaciona con una acción sostenida de los medios de comunicación, que en nuestro país en su mayoría son de índole comercial, un discurso desde nuestro movimiento que disputa elementos económicos, pero que no sale de la lógica individualista, al quedarse en los “derechos personalísimos” y una educación que (al menos en nuestra provincia) prohíbe la educación política en las instituciones escolares de los tres niveles, apoyando de esa manera en forma pasiva la idea peyorativa de la política.

Todo este contexto, requiere un máximo esfuerzo de síntesis que nos permita concentrar fuerzas en un mínimo denominador, que rescate la cultura de COMUNIDAD NACIONAL. 

Es urgente volver a los elementos esenciales para contrarrestar esta embestida individualista y disolucionista. 

No solo debemos defender las banderas de Independencia Económica, Justicia Social y Soberanía (política, cultural, científica…), sino sus causas, la Visión Nacional, Popular y Cristiana.

No es posible construir una comunidad nacional organizada y cohesionada con los postulados del iluminismo ateo de los europeos. Nuestra experiencia y los fundamentos de un estado que nos proteja, de instituciones solidarias donde nos juntamos y arremangamos, el sentimiento de pertenencia y de identidad que nos ata afectivamente a imágenes telúricas de un folclore y lugares comunes que nos conmueven, nos vienen de una construcción filosófica y una historia concreta que no podemos desechar. Nos vienen de distintas miradas y distintas formas de entender el cristianismo. 


No por nada tenemos un FRANCISCO, argentino, adherido a la Teología Popular, predicador de la fraternidad.

Es hora entonces de volver. Afiliarse hoy a un partido que pueda dirimir diferencias en lo accesorio y donde podamos postergar ambiciones personales en la búsqueda de UN PROYECTO. Que pueda discutir las bases de esta embestida del egoísmo explícito.

No somos pesimistas, creemos en esta idea que Francisco describe como las olas de la playa, avanzan y retroceden y parece que siempre están en el mismo lugar, pero la marea es inexorable…

Queremos un Partido Justicialista NACIONAL, POPULAR Y CRISTIANO, que nos permita organizarnos como COMUNIDAD, con escala nacional, pero abierto a la multilateralidad, al intercambio y a la búsqueda de la paz. 

Que camine en las nuevas ideas de Heterarquía, que fortalezca la democracia interna y el debate maduro, con instancias de resolución de conflictos, claras y dinámicas.

 Que pueda generar espacios de conducción, que tengan la capacidad de “disciplinar” a personalidades totalitarias. Hasta tanto aparezca un General con la capacidad de quien fundara el movimiento. El mismo que entregó el bastón de mariscal a cada militante y designó como único heredero, al pueblo.

Es hora de abrazarse, poner el cuerpo y volver a la fuente, para lograr que esta coyuntura y estas amenazas, se conviertan en oportunidades. Nos permita terminar con esta dinámica de diáspora y le de, al movimiento una columna vertebral renovada. En el diálogo con los trabajadores, que incluya al ejército de desocupados, hoy organizados en los movimientos de trabajadores informales, excluidos, precarios… 

Volvemos al PJ, pedimos internas (hoy, mañana o pasado) , pedimos un esfuerzo de renovación y pedimos instancias amplias y formales de debate del proyecto.


Juan Fernando Marcópulos 

Diputado Nacional MC 

21683442

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